miércoles, 8 de junio de 2011

The Happiness

Happiness:
Querida felicidad, cuando era un niño una vez alguien me dijo que no existías, que solo era una utopía, me pregunté si eso era cierto, ahora lo sé, aquella persona estaba en un gran error:
¿Te acuerdas de cuando jugábamos juntos en la infancia?, tú, pequeña, tierna y delicada como una mariposa que revoloteaba a mi alrededor, éramos inseparables. Incluso la gente hablaba de lo bien que nos veían juntos, pero a medida que fui creciendo nos distanciamos paulatinamente, cada vez más a menudo, tú ya no estabas conmigo pero no pienses que no te busqué, lo hice incansablemente entre mi grupo de amigos. Te perseguía caprichosamente a cada rato y cuando te encontraba, era maravilloso, pero efímero y no saciaba mi deseo de tenerte.
Con el paso del tiempo me hice algo maniático, me enfurecía pues a veces no eras puntual, y solo llegabas tras dos o tres copas y faltabas a las citas en más de una ocasión, aun así seguía luchando, y aunque algunos me dijeron que desistiera, no lo hice, la verdad es que estaba enamorado de ti.
Hubo un momento en el que pensé que te había encontrado para no perderte, te llamabas Laura, eras igual de hermosa que en mi infancia. Pero, como siempre, un día volviste a desaparecer, tan solo me dejaste una nota escrita en un amarillento papel que aun guardo, en esa manía tuya de revolver todo lo que encuentras a tu paso, fue entonces cuando me pregunte si verdaderamente existías.
Deambulaba por las calles a solas, entonces te veía, creía que eras un espejismo, me alejaba y me escondía, mas por el simple hecho de no tener que asumir mis propios actos y seguir errando. Me llegue a compadecer de aquellos con los que aparentemente caminabas en su paso por la vida aunque en el fondo no pude ahogar en mi corazón el deseo de tenerte conmigo. Jure no volver a contemplar mi imagen en los espejos, pues me faltaba la sonrisa, me faltabas tú, querida mía y aun han pasado los años y no me reconozco.
Hoy no soy más que un anciano, que observa los melancólicos atardeceres en la ventana, pero ahora sé que no fuiste tú quien me abandonaste sino yo quien no pude conservarte. Por eso te pido que una vez más me perdones. Por último quiero que sepas que roto mi promesa en múltiples ocasiones, he contemplado cada una de mis marcas de experiencia, líneas de expresión por las que más de alguna vez he derramado una lágrima pero también ellas me han confesado que cuando un hombre se asoma al espejo cuál niño y es capaz de dibujar una sonrisa verdadera, entonces es feliz, y no sé muy bien porque hoy lo he hecho. Por eso, tras muchos años de engaños retomo mi búsqueda y lo hago porque aunque eres loca, impredecible, desordenada y estas llena de misterios te quiero, felicidad, Te Quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario